A propósito de Semana Santa y del Domingo de Resurrección, varios estudios publicados por patólogos forenses sugieren que Jesús, tras ser crucificado, murió relativamente rápido por una embolia pulmonar, un ataque cardíaco o shock provocado por una cuantiosa pérdida de sangre.
No obstante, el consenso en cada caso de crucifixión se inclina por la asfixia. Esto debido a que los pulmones sucumben ante el peso del cuerpo en suspensión de la víctima.
TEORÍAS DE LA CRUCIFIXIÓN
En la década de los 60, hallaron los restos de un cuerpo crucificado, con un clavo incrustado en el calcáneo. Este es el hueso más grande del pie y forma el talón.
Vale recordar que a menudo, la iconografía de la crucifixión de Jesús muestra sus muñeca o manos clavadas en la cruz o un solo clavo en los pies. No obstante, estudiosos señalan que difícilmente esto habría soportado su peso.
Nicu Haas, un profesor del departamento de antropología de la Universidad Hebrea, examinó los restos del cadáver hallado en 1968. En un artículo que publicó en 1970, reveló que descubrió dos huesos del talón unidos por un clavo.
Una placa de madera se colocó en el pie antes de clavar el clavo. De esta forma, se aseguraban que la víctima no pudiera liberar su pierna. A partir de ello, teorizo que a la víctima la clavaron por ambos talones a la parte delantera de la viga vertical de la cruz, con las piernas abiertas en forma de rana y las rodillas dobladas y giradas hacia un lado.
HAAS «SE EQUIVOCÓ»
Sin embargo, Josep Zias y Eliezer Sekeles, otros estudiosos, reevaluaron la crucifixión una década después. Según los expertos, Haas erró en varios aspectos claves: «Solo había un hueso del talón del pie derecho, no dos fusionados por el clavo y el tiempo; la pierna no parecía haberse roto antes de la muerte; y el clavo de aproximadamente 4,5 pulgadas era más corto de lo que Haas creía e incapaz de haber atravesado dos huesos del talón y la placa de madera».
Zias y Sekeles ofrecieron entonces otra teoría. Plantearon que cada pie pudo ser clavado por separado al lado de la viga vertical de la cruz. Esta hipótesis encaja con un grafito encontrado en Puteoli, Italia, el cual representa a un individuo crucificado.
Por otro lado, un descubrimiento hecho en 2017 Cambridgeshire, Inglaterra, mostró el esqueleto de un hombre con un clavo atravesándole el talón. Este hecho aclaró aún más la comprensión de esta práctica.
LEA TAMBIÉN: INTELIGENCIA ARTIFICIAL RECREA LA ÚLTIMA CENA Y SELFIE DE JESÚS CON APÓSTOLES
Según The Washington Post, el esqueleto fue enterrado «boca arriba, con las manos cruzadas por delante, en un cementerio de un asentamiento al borde de la carretera en una antigua provincia romana que ahora es Fenstanton, Cambridgeshire. A su alrededor había una docena de clavos. En el laboratorio se descubrió un decimotercero en el hueso del talón».
Arqueólogos británicos precisaron que al clavo lo clavaron en la parte exterior del hueso del talón derecho, «donde también se apreciaba la huella de un martillo u otro instrumento de clavado que no había dado en el blanco, señal de la manera casi casual en que podía infligirse el sufrimiento«.