Medellín se convierte en «estación de tránsito» para venezolanos que quieren cruzar el Darién

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Medellín se convierte en "estación de tránsito" para venezolanos que quieren cruzar el Darién
Foto: Cortesía

Medellín, en el noroeste de Colombia, se convirtió en una «estación de tránsito» para miles de migrantes venezolanos que desde hace días se agolpan en las terminales de transporte en busca de un boleto de autobús que los lleve a Necoclí, la puerta de entrada al Tapón del Darién.

Frente a una de las taquillas con un letrero en el que se lee «Extranjeros», está David, un licenciado en educación de 33 años que espera rodeado de maletas y colchonetas poder comenzar su travesía migratoria hacia Estados Unidos para lo cual tendrá que atravesar la espesa selva del Darién.

No tuvo suerte. Su cita con ese peligroso paso fronterizo hacia Panamá se retrasó por cuenta del aumento en el flujo de compatriotas que persiguen el mismo objetivo.

«Nos dijeron que no había autobuses. En el día ya no se apartan puestos. Nos toca madrugar mañana para seguir la travesía al Darién», cuenta a EFE el joven oriundo de Valencia, capital del estado Carabobo.

«LA SUERTE ESTÁ ECHADA»

Hace un mes su hermano salió adelante. Duró más tiempo del pronosticado. Fueron nueve días jugándose la vida en la selva del Darién, pero consiguió llegar. Lo hizo «lleno de ampollas y vio gente morir», dice sin asomo de duda y antes de empezar a grabar pequeños clips de video en su celular para registrar la aventura que emprenderá con tres familiares más, entre ellos un niño de 4 años.

«Ya los venezolanos llevamos mucho tiempo en este sufrimiento, así que esto es un ‘gano o pierdo’. La suerte está echada», afirma David.

En los últimos 10 días Medellín ha tenido un flujo masivo de migrantes y refugiados, en su mayoría de nacionalidad venezolana, que llegan a la Terminal del Norte para comprar un billete rumbo a la región de Urabá, fronteriza con Panamá, especialmente a Necoclí, precisó a EFE el asesor de gerencia de Terminales Medellín, Carlos Mario Patiño.

El funcionario aseguró que aunque la situación actual es «masiva», en términos logísticos y de asistencia, «todo está controlado», y quien quiera viajar puede hacerlo mientras tenga las condiciones económicas.

Por lo general, los migrantes que permanecen más de un día en la terminal son los que no tienen recursos o están esperando un grupo procedente de Chile, Ecuador, Perú o Brasil, para hacer la travesía en compañía.

ENTRE 1.000 Y 1.300 MIGRANTES VENEZOLANOS TRANSITAN DIARIAMENTE RUMBO AL TAPÓN DE DARIÉN

Patiño señaló que desde julio tienen una alerta de migrantes importante, que ya experimentaron en Medellín en 2021 cuando se registró un alto flujo de haitianos: «Entre agosto y octubre pasaron cerca de 30.000 por las terminales de Medellín», afirma.

Y en el caso de los venezolanos, «a partir del 26 de septiembre hemos tenido un flujo muy importante, son entre 1.000 y 1.300 por día», detalló.

La autorización del Ministerio de Transporte para ampliar la oferta con la contratación de vehículos para reforzar la operación desahogó la terminal y redujo considerablemente las aglomeraciones.

«Las empresas de transporte venían sacando entre 300 y 400 personas, pero con esta autorización una sola empresa movilizó el jueves a más 600», informó Patiño.

Entre los que pudieron comprar sin problemas su billete para viajar está Marta, de 46 años, quien llegará en la noche a Necoclí, en compañía de su esposo tras pasar un par de días en la casa de su sobrina en Medellín luego de abandonar Chile, donde vivió por un año y juntó dinero cuidando a un adulto mayor.

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La mujer, nacida en Puerto La Cruz, cuida sus tres maletas en las que lleva comida, ropa, medicamentos y colchonetas, mientras espera a su acompañante y fija la mirada en la salida que un par de horas después cruzará para marcharse rumbo a Necoclí.

«Estoy acá para viajar a Estados Unidos, pero no de la manera que yo quería (de turismo). Por la situación que estamos pasando, nos toca agarrar la selva en el nombre de Dios», comenta a EFE.

El salario que ganaba en Santiago de Chile no le alcanzaba para enviar dinero a Venezuela, donde vive su papá luchando contra un cáncer terminal.

«Ya no lo puedo costear», dice al hablar de las razones que la llevaron a tomar una decisión desesperada y que su pareja planificó con la orientación de familiares que ya atravesaron el Darién.

«A mí me da pánico. Estaba tranquila esta mañana, pero ahora estoy temblando. Me puse a ver el Facebook y hay mucha gente que se ha muerto. Da miedo», reconoce Marta.

EFE

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