Un asistente médico identificado como José Miguel Espino González, organizó el asesinato de su propio jefe, un cirujano plástico de nombre Carlos Antonio Mendo Castillo, con el fin de quedarse con su dinero, por lo que contrató a un par de personas, entre ellas un venezolano, quienes participaron en el crimen el pasado 23 de febrero en el distrito limeño de El Agustino, en Perú.
Espino González admitió ante las autoridades que planificó el crimen y que para ello, le pagó a un sicario para llevarlo a cabo.
La División de Homicidios de la Dirección de Investigación Criminal (Dirincri) interrogó fuertemente al asistente médico. En un principio, intentó hacer pasar el asesinato como un robo común. No obstante, las inconsistencias en su relato, más el análisis de la escena del crimen, lo llevaron a confesar su culpabilidad en el hecho.
«El asistente, que inicialmente pretendió hacer creer que lo sucedido era un robo, terminó confesando que él había planificado el crimen», manifestó el coronel Carlos Morales Guevara, jefe de la División de Homicidios de la Dirincri, al medio RPP.
LA PARTICIPACIÓN DEL VENEZOLANO
De acuerdo con la policía, Espino González orquestó el crimen con mucha antelación. Para ello, contrató no solo al sicario, sino también a un venezolano. Por el encargo, le pagó la cantidad de 3.800 soles (casi 1.030 dólares).
«En esta planificación participa un vehículo y una moto lineal, conducida por un ciudadano venezolano, un adolescente, quien traslada al ejecutor», dijo Morales Guevara.
El día del asesinato, los antisociales interceptaron al cirujano plástico en una vía pública y le dispararon. Como la ubicación elegida no tenía cámaras de seguridad, fue difícil recoger pruebas visuales. Sin embargo, la policía pudo esclarecer el crimen gracias a la investigación criminalística.
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Finalmente, las autoridades de la Policía Nacional de Perú lograron detener al asistente médico y al venezolano menor de edad. Sin embargo, la persona que ejecutó el asesinato sigue prófuga.
Las investigaciones además determinaron que el autor intelectual del crimen decidió acabar con la vida de su jefe por motivos económicos. Como era su asistente, sabía todos sus movimientos financieros, por lo que buscaba quedarse con su patrimonio.
«El crimen tiene todas las fases del iter criminis: ideación, ejecución y consumación. Lo que realmente quería era apropiarse de su dinero porque conocía todo el movimiento económico del médico cirujano plástico», aseveró el jefe policial.